El Golem fue creado por el Maharal de Praga en el Siglo XVI, para defender el Barrio Judío. Cumplió cabalmente su misión, pero se volvió demasiado violento, y hubo que encerrarlo.
En su frente se leía la palabra "emet", o sea, "verdad". Cuenta la leyenda que el rabino borró la "e", quedando la palabra "met", que significa muerto, y que desde entonces yace, en animación suspendida, en el ático de la sinagoga, cuya escalera derruyeron parcialmente para que nadie pudiera subir. Teóricamente, ahí espera que la ciudad de Praga lo necesite.

Pero la leyenda es falsa. Harto de toda esa inactividad, el Golem se mudó a Caracas, donde vive como un cincuentón agridulce, y abrió un blog para compartir sus fotografías y criticarlo todo. Bienvenidos a ese blog.

jueves, 29 de enero de 2015

El embalsamamiento como fuente de poder: “Santa Evita”

“Todos los relatos que Borges compuso en esa época reflejan la indefensión de

un ciego ante las amenazas bárbaras del peronismo. Sin el terror a Perón, los 

laberintos y los espejos de Borges perderían una parte sustancial de su 

sentido”. 

“Pero así eran las cosas en aquella época: todos desconfiaban de todos. Una 

asidua pesadilla de las clases medias era la horda de bárbaros que 

descendería de la oscuridad para quitarles casas, empleos y ahorros, tal como 

Julio Cortázar lo imaginó en su cuento «Casa tomada». Evita, en cambio, veía 

la realidad al revés: la afligían los oligarcas y vendepatria que pretendían 

aplastar con su bota al pueblo descamisado (ella hablaba así: en sus discursos 

tocaba todas las alturas del énfasis) y pedía ayuda a las masas para «sacar a 

los traidores de sus guaridas asquerosas»”. Tomás Eloy Martínez, “Santa

Evita”.




 Es una idea mía, extraordinariamente impopular, que el pueblo argentino y el

venezolano se parecen todo lo que pueden parecerse dos pueblos.

Hasta ahora, nadie ha estado de acuerdo conmigo. Me citan la gran influencia

de Europa en el uno, y la de los Estados Unidos en el otro. Me hacen callar con

la gran diferencia de extensión y población entre ambos países, sus diversas

composiciones étnicas, y un sinnúmero de otros argumentos, todos razonables

y llenos de razones. Por lo tanto, no voy a tratar de convencer al lector de mi

idea. Dejémosla existir, como una especie de capricho inverosímil, y tengamos

la piedad de seguirme la corriente al respecto.


Porque yo sigo pensando que, aunque sea de una forma divergente, los

venezolanos y los argentinos nos parecemos mucho. Creo que compartimos un

buen número de virtudes y defectos (¿quién es generoso como un argentino?

Un venezolano. ¿Quién es tan engreído como un venezolano? Sólo un

argentino). Leyendo “Santa Evita”, me encontré con este curioso fragmento que

perfectamente podría haber sido escrito a propósito de Caracas:



“Las glándulas de Buenos Aires segregaban muerte (…) Nadie sabía de donde 

le brotaban tantos humos a la gente”.


En el párrafo citado al principio acerca de “Casa Tomada”, sustitúyase Evita por

Chávez y se habrá descrito la situación de Venezuela a principios del Siglo XXI.

En materias de economía y política, en la famosa cita de Samuelson "Están los 

países capitalistas, los de la órbita socialista y los del muy heterogéneo Tercer 

Mundo; pero eso no es suficiente, porque en realidad son cinco los sistemas: 

hay dos países más a tener en cuenta en forma separada; Japón y la 

Argentina. ¿Por qué? Porque no calzan en ninguna sistematización. Son tan 

peculiares y tan impredecibles que deben ser ubicados aparte". Probablemente

el economista habría incluido a Venezuela junto con Argentina si la primera no

fuese una nación oscura y casi desconocida para la cultura anglosajona, pues

ambos somos los “pobres países ricos” de América. El comentario de Aguinis a

la cita nos dice aún más: “…pocos saben por qué a Japón le ha ido tan bien y a 

Argentina le va tan mal” ¡Parece escrito por un venezolano!

Además, ambas naciones han conocido la paradoja de tener una discreta

prosperidad económica en épocas de intenso descontento popular, y sin

embargo, han sido relativamente felices bajo gobiernos ineficientes mas

populistas, en los cuales el pueblo llano se ha sentido reflejado y comprendido.


Pero entrando en el tema que nos ocupa en este momento, prácticamente no

tenemos noticias de líderes políticos contemporáneos, excepto los

archiconocidos comunistas, que hayan sido embalsamados con la intención de

ser públicamente expuestos… fuera de Venezuela y Argentina. (En el momento

en que escribo existen algunas dudas, pero la intención comunicada

oficialmente es la de exhibir el cadáver de Chávez de forma permanente)

Valga la aclaratoria: para quien escribe, Chávez no fue un líder comunista.

Quiso serlo, sin duda; lo habría sido de haber vivido más tiempo,

probablemente. Pero no se llegó a eso. Cuando estaba empezando a hablar

seriamente de instaurar comunas en el sentido político y social de la palabra,

enfermó y murió.


Por cierto, es interesante mencionar que el primer presidente de Venezuela

que falleció en ejercicio de sus funciones, el también militar Francisco Linares

Alcántara, fue embalsamado por el célebre doctor Gottfried Knoche a su

muerte en 1878. Sin embargo, no tenemos noticias de que su momia haya

sido exhibida.

De lo que no queda duda es que Hugo Chávez fue un líder populista, idolatrado

por parte de su pueblo –sobre todo en los estratos sociales más bajos-, odiado

por otros (la “oligarquía”), y generador de un movimiento, embrionario en esta

etapa, pero con posibilidades de prolongarse poco o mucho en la historia de

Venezuela. Mientras escribo, está embalsamado y siendo exhibido; y se ha

comunicado que dicha exhibición será permanente, con fines que

probablemente respondan tanto al deseo del pueblo como a la necesidad de

perpetuar y fomentar el movimiento en cuestión: el chavismo. Lo cual es una

manera eufemística de decir que su embalsamamiento y posterior exhibición se

vinculan íntimamente con el poder del Estado y su conservación.


Todo lo cual, guardando las distancias, nos recuerda a Evita y al peronismo.

Evidentemente, la veneración recibida por Eva Duarte fue mucho mayor, así

como el impacto de su muerte. Sin querer practicar el arte de la profecía

amateur, nos atrevemos a decir que la historia recordará a Evita mucho

después de que Chávez haya sido olvidado. No creo que Andrew Lloyd

Webber le dedique una ópera. Pero el embalsamamiento del uno no puede

dejar de recordarnos al de la otra, tan parecidos en sus objetivos y en sus fases

iniciales.

La suerte del cadáver embalsamado de Evita fue tan rocambolesca, que

evidentemente mereció un lugar especial en la literatura argentina. En esta

ocasión nos hemos concentrado en la lectura de “Santa Evita”, de Tomás Eloy

Martinez, sin olvidar el cuento “Esa Mujer” de Rodolfo Walsh, entre los cuales

notamos una íntima relación.

“Santa Evita”, en mi criterio, desafía constantemente la clasificación de novela

que le han endosado. El método de narración cambia pertinazmente a lo largo

de la obra, que de pronto nos convence que es una novela histórica, para en el

capítulo siguiente pasar a ser un relato de las confidencias del escritor que

narra el quehacer de su oficio. El libro es, en cierto modo, “Santa Evita” y el

making of  de “Santa Evita” en un mismo folio, en un mismo paquete. Y un

largo y juguetón ensayo acerca de los placeres y dolores del arte de escribir.

Indudable el éxito comercial: La Encyclopaedia Britannica, en su entrada para

Tomás Eloy Martínez, nos dice que ha sido traducido a 30 idiomas, y que ha

vendido más de diez millones de copias- un bestseller desde cualquier punto

de vista.

Menos amable que el gran público fue la crítica especializada. Pero eso no

tiene lugar en este breve ensayo.


Lo que nos interesa es el poder que se atribuye al cadáver embalsamado. En

primer lugar, el poder político. Dos grandes bandos se disputan el cuerpo: los

peronistas lo quieren tener, tanto por los motivos morales lógicos como para

usarlo como símbolo. Y los antiperonistas quieren ocultarlo a toda costa,

precisamente porque quieren evitar que la momia sea usada como símbolo-

curioso como las dos facciones opuestas están completamente de acuerdo en

lo escencial: en el cuerpo embalsamado de Eva Perón reside una cuota de

poder político, que ambas reconocen como importante.

Walsh y Martínez, escribiendo en épocas completamente distintas,

naturalmente difieren en el método de la búsqueda de la verdad. Walsh vive la

angustia del momento, y quisiera a toda costa que el innombrado Coronel

revelara la verdad sobre el cadáver de Evita.

Para Martinez, la era de la urgencia ha pasado. El Coronel tiene nombre y

apellido, así como prácticamente todos los actores principales. Sin embargo, la

duda largamente sembrada permanece en la mente del autor.  Aparentemente

desea la verdad, pero una especie de neblina nostálgica parece causarle un

cierto apego por los mitos. Y sacamos la impresión, nunca claramente

expresada mas sí presentida, de que le parece adecuado que una vida cuyos

inicios estuvieron signados por cierto misterio acabase de forma aún más

misteriosa, y se prolongase en un mar de fantasías tejidas en torno a la suerte

del cadáver. Un primoroso gusto por la irrealidad: Lo único que se puede hacer 

con la realidad es inventarla de nuevo.

De este modo, la obra de Martínez se nos antoja un palimpsesto, donde

muchas realidades alternativas se sobreponen las unas a las otras, de forma tal

que sólo los hechos fundamentales cobran verdadera importancia- en una

especie de paralelo poético-justiciero con la vida de Evita. Quizás este

paralelismo se hace patente cuando nos habla de los documentos que

examinó, que contenían tres fechas y dos lugares de nacimiento distintos. Pero

el autor menciona de último el acta de matrimonio, en la cual el lector

sospecha, pues no puede saber, que Evita mintió acerca de su edad, su

nombre y su lugar de nacimiento. Pero inmediatamente nos ataca la paradoja:

el matrimonio fue real. Así que todo es falso menos lo fundamental.

Y el hecho fundamental que nos deja la lectura es que el cuerpo embalsamado

de Evita detentaba un gran poder político.


El otro poder que se atribuye a los cadáveres tanto en Venezuela como en

Argentina (con una diferencia fundamental) es de tal naturaleza que resulta un

poco grotesco traerlo a colación. Pero el hecho es que tanto en “Esa mujer”

como en “Santa Evita” se da un peso sustancial a la creencia por parte de

algunos (¿muchos?) de que aquellos que se vieron involucrados con el cuerpo

sufrieron destinos desafortunados. La maldición de Tutankamón:

–La culpa la tuvo Evita –repitió la viuda–. Toda la gente que anduvo con el 

cadáver acabó mal.

–No creo en esas cosas –me oí decir.

La viuda se puso de pie y yo sentí que era hora de irme.

–¿No cree? –Su tono había dejado de ser amistoso. –Que Dios lo ampare, 

entonces. Si va a contar esa historia, debería tener cuidado. Apenas empiece a 

contarla, usted tampoco tendrá salvación.

Se da el curioso caso que un rumor semejante ha recorrido Venezuela, hace

un par de años de forma subterránea, y ahora abiertamente: que todos los que

tuvieron que ver que la exhumación del Libertador en el año 2010 sufrirían una

maldición. Y no deja de ser curioso que varias de las personas que asistieron a

dicho acto perecieron de forma prematura.

Parte del imaginario colectivo consigue ahí la respuesta a la partida del ahora

embalsamado mandatario: sufrió la terrible maldición por haber estado en

contacto con el cadáver que detentaba el poder. Como les pasó a los que se

metieron con el cuerpo de Evita.

Como se dice arriba, encuentro un poco grotesco tocar este tema. Sin

embargo, lo hago como una especie de homenaje a Tomás Eloy Martínez,

quien me ha hecho pasar muy buenos ratos con su escritura. Él pone en boca

del escéptico coronel Moori Koenig:

«El rumor, estaba diciendo, es la precaución que

toman los hechos antes de convertirse en verdad.. »

 

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