En estos tiempos en que los venezolanos hemos sufrido la diáspora por primera vez en nuestra historia, los símbolos que nos llenan de nostagia de la Patria, del "dulce dolor por la tierra amada" son particularmente importantes.
Estos símbolos no pueden, no deben, ser ídolos con pies de barro. Por eso quiero llamar la atención de mis escasos y ociosos lectores acerca de ciertas "coincidencias" entre "Venezuela" y la archi conocida "Mediterráneo", de Joan Manuel Serrat. Como una imagen vale por mil palabras, vamos a hacerlo con colorines:
Llevo tu luz y tu aroma en mi piel y el cuatro en el corazón llevo en mi sangre la espuma del mar y tu Horizonte en mis ojos. No envidio el vuelo ni el nido al turpial soy como el viento en la mies siento el caribe como una mujer soy así que voy a hacer. Soy desierto, selva, nieve y volcán y al andar dejo mi estela el rumor del llano en una canción que me desvela. La mujer que quiero tiene que ser corazón, fuego y espuela con la piel tostada como una flor de Venezuela. Con tu paisaje y mis sueños me iré por esos mundos de Dios y tus recuerdos al atardecer me harán más corto el camino. Entre tus playas quedó mi niñez tendida al viento y al sol y esa nostalgia que sube a mi voz sin querer se hizo canción De los montes quiero la inmensidad y del río la acuarela y de ti los hijos que sembrarán nuevas estrellas. Y si un día tengo que naufragar y un tifón rompe mis velas enterrad mi cuerpo cerca del mar en Venezuela. | Quizás porque mi niñez sigue jugando en tu playa y escondido tras las cañas duerme mi primer amor, llevo tu luz y tu olor por dondequiera que vaya, y amontonado en tu arena guardo amor, juegos y penas. Yo, que en la piel tengo el sabor amargo del llanto eterno que han vertido en ti cien pueblos de Algeciras a Estambul para que pintes de azul sus largas noches de invierno. A fuerza de desventuras, tu alma es profunda y oscura. A tus atardeceres rojos se acostubraron mis ojos como el recodo al camino. Soy cantor, soy embustero, me gusta el juego y el vino, Tengo alma de marinero. Qué le voy a hacer, si yo nací en el Mediterráneo. Y te acercas, y te vas después de besar mi aldea. Jugando con la marea te vas, pensando en volver. Eres como una mujer perfumadita de brea que se añora y se quiere que se conoce y se teme. Ay, si un día para mi mal viene a buscarme la parca. Empujad al mar mi barca con un levante otoñal y dejad que el temporal desguace sus alas blancas. Y a mí enterradme sin duelo entre la playa y el cielo... En la ladera de un monte, más alto que el horizonte. Quiero tener buena vista. Mi cuerpo será camino, le daré verde a los pinos y amarillo a la genista. Cerca del mar. Porque yo nací en el Mediterráneo. |
Para no entrar en el detalle de que el tifón sólo existe en China, o en el otro de que en Venezuela no hay volcanes.
En resumidas cuentas, para los venezolanos que extrañamos a Venezuela (que somos todos los que tenemos cierta edad, pues la Venezuela que recordamos no existe), este no es el mejor símbolo, en mi modesta opinión. Yo, por mi parte, estoy contento con el Himno Nacional, que durante tantas generaciones nos ha servido para arrullar a los niños.